martes, 2 de marzo de 2010

Bienvenida

Buenas a todos. Con este blog pretendo dar unas pautas defensivas contra los gilipollas que nos rodean. Son consejos basados en la experiencia con dichos sujetos y en su análisis en noches interminables en un bar tomándome una copa... con ellos. Sí, con "ellos". Manejo reglas y consejos pero aún no he conseguido quitármelos a todos de encima. Son duros de pelar. Ellos son más numerosos y están bien entrenados. Hacen el idiota a diario. Sus rutinas diarias incluyen decir más de una estupidez por minuto y cagarla y cagarla de forma continua y ordenada a lo largo del día, de cada día, de cada semana, de cada puto momento que respiran. Ellos son así.

Si estás aquí puede ser por varios motivos:

1. Eres gilipollas. Está bien. No importa. Leerás mis consejos y así sabrás cómo volverlos en mi contra. Mmmm... No. Yo diría que no. ¿Por qué? Porque eres gilipollas, así que tu capacidad de introspección es mínima. Cuando lo leas, te reirás y pensarás que hablo de otros. De otros gilipollas. No de ti. Tú nunca. Incluso puede que te atrevas a escribirme aquí para apoyarme, aconsejarme o felicitarme. Hazlo, por favor. Cualquier cosa que hagas será buena para que se me ocurre una nueva regla. Queridísimo gilipollas: Bienvenido a mi blog. Sin ti no existiría.

2. NO eres gilipollas. Gracias. Gracias por elegir el bando adecuado. Cada vez somos menos, lo sé. Nos invaden. Desde que la gilipollez se ha vuelto un signo de evolución, ¡evolucionamos como locos! ¡Sin parar! Pero aún quedamos algunos "clásicos", aferrados a las antiguas costumbres de utilizar el cerebro y meternos la lengua por el culo antes de soltar más de una estupidez. Pasad y leed.

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